Día Internacional de la Mujer

LA MUJER PERUANA Y LA VIGENCIA DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

“La lucha de clases —hecho histórico y no aserción teórica— se refleja en el plano feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias” (José Carlos Mariátegui).

Los hechos históricos y políticos que vivimos en el Perú, muestran lo certero de este postulado mariateguiano. Dina Boluarte, luego de concretar un golpe de estado junto al Congreso, afrontó una rápida respuesta del pueblo. En diferentes regiones y en la propia capital del país, se desarrollan protestas y diversas formas de lucha para derrocar al régimen usurpador y para que se concrete una Asamblea Constituyente por una Nueva Constitución.

Boluarte, en sus primeros intentos por legitimarse, recurrió a su condición de mujer acusando de “machista” al pueblo que protestaba. Esto fue reiterado, señalando que era la “primera presidenta del Perú”, haciendo llamados al “feminismo” que pregona la cuota de género —asumido también por la mayoría de los gobiernos en las décadas recientes— como si el solo hecho de ser mujer le otorgara condiciones para la reivindicación de las mujeres en su conjunto.

Esto se desmintió al constatar la prolija participación en la política peruana de las mujeres fujimoristas y, de la propia Dina Boluarte, al servicio de las élites y contra el pueblo peruano.

Como contraparte, las mujeres quechuas, aimaras, amazónicas y costeñas rechazan y condenan a esas mujeres de la derecha que están dispuestas a asesinar a su pueblo con tal de servir a las clases dominantes, a las grandes empresas monopólicas y a los grupos de poder del país y del extranjero, principalmente de los EE.UU.

Las mujeres del pueblo han sabido mantenerse firmes en la lucha, mientras que Boluarte, Otárola y los sectores de la extrema derecha han optado desde el comienzo por una brutal represión. Implementaron así, estados de emergencia y sacaron a miles de policías y militares para que actúen criminalmente con carta blanca. Los más de 70 peruanos asesinados por responsabilidad de este régimen son muestra de ello.

A la par se ha implementado una serie de medidas que les permite el control de los diferentes poderes del Estado, a la vez que han normalizado la negación de derechos fundamentales como el derecho a la protesta y a la libre circulación. Las detenciones arbitrarias fueron y son el pan de cada día, igualmente la persecución de dirigentes y de la prensa alternativa. La dictadura de Dina Boluarte como representante de la ultraderecha brilla en todo su esplendor, y por el lado del pueblo, la lucha contra la dictadura es asumida con ardor y con elevada conciencia.

Si bien los ejemplos en relación a la participación de las mujeres del pueblo en esta coyuntura pueden ser muchos, tomaremos uno de los casos más recientes. El jueves 2 de marzo, mujeres aimaras de la región Puno,  que llegaron a nuestra capital para la “Segunda Toma de Lima”, encabezaban una marcha, y, como madres, cargaban a sus bebés en la espalda. Al encontrarse con un destacamento policial, avanzaron decididas abriendo los brazos para mostrar que no tenían arma alguna, la policía sin contemplación alguna realizó un ataque criminal y cobarde, disparando bombas lacrimógenas directas al cuerpo y a corta distancia (lo establecido según su propia norma es respetar una distancia mínima de 35 metros).

Frente a los hechos, Nancy Rosalina Tolentino Gamarra, Ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables se pronunció mediante un comunicado de su despacho, señalando “la protesta pacífica es un derecho de todas y todos, pero bajo ninguna circunstancia o contexto se puede poner en riesgo la integridad física y emocional de las poblaciones vulnerables, especialmente de las niñas, niños y adolescentes”. Es decir, luego de reconocer el derecho a la protesta, responsabiliza a las madres que protestan por exponer a sus hijos. Pero ninguna palabra sobre la responsabilidad de los policías, ni sobre los 8 menores de edad asesinados en las protestas. Es la impunidad desembozada que otorga carta blanca a las fuerzas represivas.

Sobre este hecho, el Ministro de Educación, Óscar Becerra, señaló: “Ni siquiera los animales exponen a sus hijos. Lo vemos todos los días en estos canales de naturaleza donde una madre muere defendiendo a sus hijos para que no sean atacados… ¿se les puede llamar madres a las que llevan a sus hijos y los exponen a la violencia de la que estamos siendo testigos?”. Su clasismo y racismo, su desprecio por las mujeres andinas, brota sin el menor disimulo, por los poros.

¿Qué dijeron ante estas declaraciones, Dina Boluarte, la Ministra de la Mujer y muchas congresistas de la derecha y la ultraderecha? ¡Nada! Una es la mujer burguesa y reaccionaria y otra es la mujer del pueblo. Los intereses de clase son distintos y antagónicos.

Frente a estos acontecimientos, lo establecido por José Carlos Mariátegui, no requiere mayor interpretación “Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla”. Agrega que “la clase diferencia a los individuos más que el sexo”, hoy explícitamente palpable.

Este 8 de marzo solo nos queda reconocer y rendir homenaje con fervor a las mujeres del pueblo que, en la práctica, vienen demostrando su temple. Entre los 70 asesinados por esta dictadura, figuran tres mujeres —entre ellas una menor— que dieron su vida y hoy son reconocidas como mártires y héroes populares.

A pesar de los ataques y los actos criminales de esa derecha, las mujeres junto a su pueblo, persisten con valentía en la lucha por un país mejor, por un Perú más justo. Como dijera el Amauta Mariátegui “La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura”.